lunes, 13 de diciembre de 2010

EL CASO DE HOLLYWOOD

EL CASO DE HOLLYWOOD ®

Todo empezó un domingo por la mañana. Aparentemente una mañana festiva sin nada que destacar. Uno de esos días en que el detective Morrón invitaba a Calidoscopio a desayunar y juntos comentaban las noticias aparecidas en los periódicos.

Mientras los primeros hervores del café invadían la cocina con su aroma, Morrón desplegó sobre la mesa un completo surtido de bollos, rebanadas de pan y mermeladas con las que preparar unas apetitosas tostadas. Calidoscopio ojeaba la sección de sucesos de “El Cotilleo Matinal” cuando de pronto apartó la vista de las páginas para fijarse en la mesa.

-Querido Morrón, usted sabe cuanto le agradezco su amabilidad invitándome a desayunar, pero a veces tengo la sospecha de que más que un acto de amistad, se trata de una estrategia para ayudarle a vaciar la despensa de productos en mal estado.

-Por favor Calidoscopio ¿Cómo se le puede ocurrir semejante barbaridad?

-Discúlpeme usted, pero por el grosor de la capa de moho que cubre estas rebanadas parece que me haya sentado a su mesa para aligerar la despensa de artículos caducados.

Como si solo se tratase de un pequeño accidente involuntario, Morrón puso cara de sorpresa e intentó disculparse como pudo.

-Vaya, no sabe como lo siento. Pero no sea usted tan especial y piense en el gran favor que el moho le ha hecho a la humanidad.

-No me diga –contestó Calidoscopio- ¿No pretenderá que me coma esas rebanadas putrefactas y encima se lo agradezca?

-Sepa querido amigo que gracias a las esporas de moho que se encuentran suspendidas en el aire, el Dr. Fleming descubrió la penicilina por pura casualidad. Observó que cuando el moho se depositaba junto a un preparado de bacterias, estas dejaban de crecer. Ya lo ve, acababa de descubrir la penicilina, uno de los antibióticos más importantes en la historia de la medicina.

No es que Calidoscopio cuestionase los argumentos del inspector, ni que dudase de los beneficios que la penicilina había representado para el tratamiento de las enfermedades, pero por nada del mundo estaba dispuesto a llevarse a la boca aquellas rebanadas verdosas y desagradables.

-Bien, bien, pero si usted no tiene inconveniente en unos minutos estaré de vuelta con una crujiente barra de pan de esas que venden a la vuelta de la esquina. Seguramente las bacterias no se sentirán tan amenazadas, pero no le quepa duda de que nuestro desayuno será bastante más apetitoso.

Justo cuando Calidoscopio se disponía a abandonar la casa, el teléfono sonó sobresaltando al detective que no esperaba llamadas a aquella hora de un domingo. La voz se oía distante y alguien con marcado acento extranjero solicitaba la ayuda de Morrón y Calidoscopio, alguien que cuando pronunció su nombre dejó sin palabras al propio detective: Leotardo di Trapio, el famoso actor de cine llamaba personalmente desde Hollywood. Morrón se quedó sin palabras, jamás se hubiese imaginado que su fama hubiese podido llegar tan lejos y cuando en un susurro se lo comunico a Calidoscopio, este pensaba que se trataba de una broma.

Leotardo di Trapio le resumió en unas palabras el problema y le pidió por favor que sin demosra se pusiesen en camino hacía los Estados Unidos de América para ayudar en la resolución del caso.

Al parecer algo extraño estaba sucediendo durante el rodaje de la película que llevaba por título “Asalto al Todo a Un Euro”. No había día que no surgiese algún problema, fallos en las cámaras, desaparición de material, actores que se ponían enfermos. Demasiadas coincidencias para que solo se tratase de la mala suerte, así que Morrón y Calidoscopio se pusieron en marcha hacia la meca del cine y dos días más tarde aterrizaban en el aeropuerto de Los Ángeles donde un chofer uniformado de negro los esperaba junto a una limusina enorme de color blanco. El detective y su ayudante se olvidaron por un momento de quienes eran y se sintieron tratados como auténticos famosos conducidos a sus respectivos camerinos.

Unos minutos después llegaban a Hollywood y se internaban en sus calles. Atravesaron grandes avenidas donde los empleados trajinaban decorados de un lado a otro y los actores vestidos con los disfraces más insólitos se dirigían a los estudios donde estaban trabajando. En uno de esos estudios se encontraba Leotardo di Trapio con cara de preocupación.

Aquella era la primera película en la que además de actor era productor, pero parecía que alguien tenía mucho interés en que no pudiese llevarse a cabo. Los motivos los desconocía, pero no había día que no surgiese algún que otro problema que obligaba a detener el rodaje.

“Asalto al Todo a Un Euro” era una película protagonizada por famosos actores. Pol Niuna y Angelita Jolín tenían los papeles principales, pero también estaba Tiko Katarrado que hacía un importante trabajo como experto en artes marciales. Todos parecían ilusionados y no había motivos para pensar que cualquiera de ellos tuviese interés en impedir que la película fuese un éxito. Él único participante que se mostraba más molesto era un viejo murciélago que se transformaba en vampiro y atacaba por sorpresa a los protagonistas cuando intentaban asaltar la tienda de Todo a Un Euro. El pobre murciélago estaba cansado de representar siempre el mismo papel, harto de convertirse en vampiro y liarse a mordiscos con el primero que se acercaba. Por eso cada día, al terminar el rodaje, se colgaba enfurruñado de su esquina y mostraba una pancarta en la que pedía una oportunidad como actor cómico en una comedia o en un musical.

Morrón y Calidoscopio se alojaron en un lujoso hotel de la ciudad, uno de esos hoteles de película con enormes vestíbulos enmoquetados repletos de sillones y lámparas de araña colgando de los techos. De su reunión con Di Trapio habían tomado buena nota de todos los detalles relacionados con el rodaje, actores principales, secundarios, operarios de cámaras, de vestuario, incluido el murciélago enfadado que buscaba una alternativa.

No dejaron nada al azar y esperaron a la mañana siguiente para iniciar la rueda de interrogatorios.

Juntos en el hotel, pusieron en orden las primeras notas e impresiones de aquel caso y a primera hora de la mañana, sin demora, el mismo chofer del día anterior les esperaba en la calle con su descomunal limusina blanca.

De nuevo en los estudios, fueron presentados a los diferentes actores. Pol Niuna, apartado en un rincón se esforzaba en memorizar su parte del guión mientras una maquilladora le ponía brillos en la cara. Tiko Karamico, le pegaba patadas a un saco que colgaba del techo intentando perfeccionar una escena de lucha oriental. Angelita Jolín daba unas volteretas sorprendentes agitando de un lado a otro la trenza que le colgaba por la espalda y el viejo murciélago se paseaba por el techo sosteniendo la pancarta gritando que no había derecho a su situación.

De repente alguien se acercó corriendo hasta Di Trapio para susurrarle algo al oído. Después el actor llamó al detective y le comunico que hacía escasos minutos, unos desconocidos habían robado las flores de plástico necesarias para una escena de la película.

Al fondo de una nave repleta de decorados se encontraba el almacén donde se guardaban los materiales. Antes de llegar a la entrada, encontraron desparramados por el suelo los trozos de cristal en que habían convertido la puerta que daba acceso al almacén. Era una puerta de vidrio oscuro y blindado que no permitía ver el interior. A pesar de ello, haciendo uso de un mazo, los ladrones habían conseguido romperla convirtiéndola en añicos que se desparramaban a lo largo y ancho de varios metros antes de llegar a la entrada.

El vigilante apareció desorientado y muerto de miedo. Contó que mientras se entretenía haciendo un crucigrama al fondo de la sala, oyó como alguien golpeaba la puerta desde fuera hasta destrozarla. Dos hombres con las cabezas cubiertas aparecieron y después de amenazarlo se llevaron en unos sacos todas las flores de plástico almacenadas en las estanterías. El hombre temblaba de pánico y el mismo Di Trapio le pidió que se sentase y se calmase mientras llamaban a un médico para que lo atendiese.

Un poco más lejos Morrón y Calidoscopio sacaban sus propias conclusiones. No tenían aun un culpable, pero algo les decía que empezaban a estar en la pista correcta. Se acercaron al vigilante y sin decir palabra le observaron atentamente. Efectivamente estaba aterrorizado, el pánico parecía ser cierto.... pero mentía.

Morrón y Calidoscopio desconocían aun el motivo, pero estaban convencidos de que la declaración del vigilante era falsa.


¿Qué fue lo que les hizo pensar al detective y a su ayudante que el vigilante mentía?